top of page

El "Síndrome" del Eterno Emigrante


Empecemos por el principio y en orden.


Emigrante, que no Inmigrante, se refiere según la RAE (Real Academia Española) al “Que emigra”. Del verbo “Emigrar”:

1. Dicho de una persona: Abandonar su propio país para establecerse en otro extranjero.

2. Dicho de una persona: Abandonar la residencia habitual en busca de mejores medios de vida dentro de su propio país.

3. Dicho de algunas especies animales o vegetales: Cambiar de lugar por exigencias de la estación, de la alimentación o de la reproducción.

Aunque, visto lo visto, y estarán ustedes de acuerdo conmigo, actualmente podrían combinarse las definiciones quedando de la siguiente manera: “Abandonar su propio país o residencia habitual en busca de mejores medios de vida por exigencias de la situación”.

Y es que, sin duda en los últimos años es noticia que jóvenes y no tan jóvenes dejan atrás a sus familiares y amigos, en busca de ese mejor medio de vida del que hablamos, ya sea en otra ciudad o en otro país. “La generación perdida” le llaman (y se quedan tan anchos), como si se hubiesen perdido solos, como si detrás de esa generación hubiese otra no tan perdida. Pero, ¿nos hemos parado a pensar en las consecuencias emocionales de todos los que han abandonado su país en busca “del dorado”?

Bien. Como decía antes, comencemos por el principio.


No es que alguien un día se despierte por la mañana, le de “el siroco”, se saque un pasaje de avión y se ponga a hacer las maletas, … que puede ser, pero no es lo habitual. Generalmente todo empieza con una receta perfecta que mezcla desesperanza, desánimo, miedo, coraje, valentía, anhelo, incertidumbre, y una pizca de inconsciencia, por qué no. Seguro que llegados a este punto, aquellos que emigraron podrán añadir ingredientes a esta receta, válidos todos ellos.


Hay mucho que valorar, muchas decisiones que tomar, pero también muchos sueños y metas por cumplir. Y tras mucho macerar los ingredientes, llega el día en que efectivamente te despiertas por la mañana, y sacas tu pasaje de avión con destino a …


Sabes lo que dejas atrás pero no sabes qué encontrarás en el camino, así pues, valoras que tal vez merezca la pena intentarlo, siempre podrás volver, ¿no?. Y es aquí donde empieza la aventura del emigrante.

El Nuevo Comienzo

Dicen que todos los comienzos son duros, claro que depende de las circunstancias lo serán más o menos. Pese a ello, encuentras piedras por el camino, algunas de las cuales te hacen dudar de la decisión tomada, por lo que una y otra vez reevalúas tu situación.

Te encuentras en otro país, en el que tal vez no habías estado nunca o tal vez sí, pero de vacaciones, o estudiando, o … en cualquier caso no buscándote la vida. Siendo muy osado, tal vez te hayas ido a un lugar donde hablan un idioma que te suena a chino (salvo que te hayas ido a China, en cuyo caso efectivamente te suena a chino, literalmente). Por lo que además de las primeras dificultades de vivienda, cuenta bancaria, trabajo, … le añades una cultura nueva, nueva escala de prioridades, nueva forma de vida, … Cosas que a priori ni te habías imaginado que afectarían tanto a tu día a día. No obstante, no solo salvas los obstáculos sino que, además, interiorizas esa forma de vida y cultura nuevos. Y es aquí, en este preciso instante, cuando te conviertes en el “Eterno Emigrante”.


Ahora sí. El “Síndrome” del Eterno Emigrante

¿En qué consiste este “síndrome”? Como veis, efectivamente entrecomillo lo de síndrome ya que realmente no se trata de un síndrome que los psicólogos entendamos ni cataloguemos a nivel clínico, pero viene al pelo para que todos nos entendamos coloquialmente.

Dicho esto, entendemos el “Síndrome” del Eterno Emigrante como aquella persona que, y retomo aquí las definiciones de la RAE, no sólo “abandona su propio país o residencia habitual en busca de un mejor medio de vida por exigencias de la situación”, sino que además interiorizas las costumbres y cultura asumiéndolas como propias e incorporándolas a las previas, bien sean de tu propio país o de otro en el que hayas permanecido.

Por ejemplo. Pasas de vivir en Madrid a vivir en Buenos Aires. Como ustedes sabrán, es costumbre en Argentina la de compartir un mate, no un mate de baloncesto a lo Jordan, sino una infusión tomada por lo general en la cáscara de una calabaza previamente vaciada y curada, que se sorbe por una “pajita metálica” llamada bombilla y de sabor amargo. Tu primer sorbo es … … … dejémoslo en malo, pero esa costumbre la repites cada día con tu nuevo grupo de amigos o en el trabajo, hasta que llega un día en el cual, te sorprendes a ti mismo comprando tu propio mate con alfajores y no lo usas para decorar tu habitación precisamente.

Pongamos que tras un tiempo en Buenos Aires, vuelves a hacer las maletas y aterrizas en Londres. Supone un cambio total de forma de vida, estilos relacionales, … y costumbres, entre las cuales está el famoso “afternoon tea”, “brunch” de los domingos o incluso el “picnic” en cualquier parque de la ciudad. Así pues, tienes un nuevo grupo de amigos, en el cual probablemente encontremos la mitad de las nacionalidades europeas y parte de las extranjeras y todos os juntáis para un “picnic” en el parque. Es aquí donde además del "picnic", tú compartes tu mate con esos nuevos amigos ya que es una costumbre que has interiorizado y tomado como propia previamente.

Así, vas sumando pequeñas partes de cultura y costumbres a las tuyas haciéndolas propias. Digamos que te llevas una pequeña parte de cada ciudad/país contigo allá donde vas, pero además de esto, empiezas a sentir que tu ciudad natal, no termina de ser tu lugar en el mundo. Más bien tienes muchos lugares en el mundo donde te sientes bien y percibes como tuyos, convirtiéndote en un “Eterno Emigrante”.

Hay un sentimiento muy en el fondo, que te mantiene siempre predispuesto a volver a hacer la maleta. A no cerrarte a nuevos lugares o formas de vivir pero también a no encadenarte a ninguno de ellos. Esto que a priori parece tan bohemio, puede ser en ocasiones motivo de conflicto intrapersonal ya que encontramos por una parte esa necesidad de “libertad” y por otra la necesidad de permanencia y pertenencia a un lugar y/o grupo social, generándose por tanto ese conflicto.

Cuando esto se da, sin duda el Coaching Personal es de gran importancia, ya que entre otros, apoya, acompaña y orienta en la resolución de conflictos intrapersonales.

Este es pues, el “Síndrome” del Eterno Emigrante.



*Recuerda que puedes comentar en este Blog como invitado haciendo click en la casilla "nombre" que encontrarás más abajo y marcando la casilla "quiero comentar como invitado".*

Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
bottom of page